8 de febrero de 2017

¿El renacer de las Américas?

Otra reflexión sobre el Efecto Trump por Daniel Rivas Ramírez

Por: Daniel Rivas Ramírez

Desde la campaña presidencial del ahora Presidente Donald J. Tump, hemos visto que se ha enorgullecido de la premisa de hacer América grande de nuevo.  A raíz de ello, han surgido multiplicidad de  campañas e iniciativas tendientes no solo a reivindicar al continente americano como comunidad de naciones, sino también la grandeza de cada una de ellas. Así mismo vemos que las fuertes políticas –que han sido promulgadas hasta el momento- han despertado un sentimiento común entre los ciudadanos del resto del mundo e inclusive, en los mismos estadounidenses: el sentimiento de solidaridad que nos lleva a unirnos.

Dentro de aquellas iniciativas a las que hago referencia, hay una en particular que ha despertado el interés de los latinos y en concreto, ese idea de comunión. Me refiero al comercial producido para la compañía de Cerveza Corona en el que se busca señalar las fuentes de riqueza social, cultural y económica de las naciones latinoamericanas.

Este tipo de mensajes son las que deberían llevar a preguntarnos si debemos o no replantearnos nuestra posición frente a los Estados Unidos. ¿Se trata de un estado irremplazable en la esfera internacional? ¿Necesitamos de su apoyo? ¿Debemos seguir perpetuando las relaciones asimétricas de poder que mantenemos con ellos? A mi forma de ver, este cuatrienio –en principio-, es un llamado a transformarnos.

La tradicional dependencia latinoamericana.

Tradicionalmente, la política exterior de los Estados latinoamericanos se ha caracterizado por ser de talante neoliberal –en la mayoría de los casos- y aun en los casos que no es así, se mantienen una serie de intereses y acciones que llevan a la liberalización de los mercados. Corolario de lo anterior es el hecho que en la mayoría de los casos encontremos una gran gama de tratados de libre comercio y acuerdos de promoción de la inversión, de los cuales una porción significativa, por no decir que mayoritaria son con Estados Unidos.

Esta prevalencia que se ha dado a los acuerdos con el país del norte, sobre otros países se puede apreciar más con ejemplo práctico. Durante los últimos años, -aun cuando siempre se había caracterizado por buscar aliados comerciales diversos a Estados Unidos- Chile había buscado fortalecer sólidamente su relación comercial con él, llegando incluso hasta el punto de apostarle todo al éxito del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica –TTP-. Sin embargo, vemos que a raíz de las decisiones de Trump, como la denuncia del Tratado, se han defraudado las grandes expectativas y se ha dejado en una posición incierta a algunos Estados.

Ahora bien, para nosotros los colombianos el caso podría ser similar. No se puede perder de vista la naturaleza que ha cobrado la relación comercial desde que se firmó el TLC en 2011 y las medidas que se han tomado a nivel interno para poder lograr su implementación. El Ministerio de Comercio ha reconocido que Estados Unidos es nuestro mayor socio comercial, tanto en el sector del comercio como en cuanto a Inversión Extranjera. En el año 2015 exportamos más de 8.600 millones de dólares en bienes y servicios y atrajimos más de 2.000 millones de dólares en inversión.

Naturalmente, se trata de una relación asimétrica que no solo supone grandes retos para los sectores productivos nacionales, sino que llena de herramientas al país norteamericano para poder gozar de los beneficios de allí surgidos. Tanto así que para el año 2015, hubo un escandaloso déficit en la balanza comercial con Estados Unidos, llegando casi a los US$1.094. A pesar de ello, Colombia mantiene una de sus miras en esta relación y busca la manera de fortalecerla.

La oportunidad del cambio en la lógica latinoamericana

 

Por su parte, el Ministro de hacienda, Mauricio Cárdenas parece estar convencido de la necesidad que tiene Estados Unidos de mantener una sólida relación comercial con nuestro país, inclusive, por encima de la afianzada por el triángulo norte mediante el TLCAN. Sin embargo, otros altos funcionarios como la canciller, María Ángela Holguín y la Ministra de Comercio, Industria y Turismo, María Claudia Lacouture parecerían estar convencidas de lo contrario, de la potencialidad del país y la posibilidad de buscar vías alternas a las relaciones con Estados Unidos como el afianzamiento de relaciones con México.

Pero ¿Cómo deberíamos dimensionar la situación? ¿Cómo el Ministro de Hacienda preocupándonos por mantener la estabilidad de esa relación comercial? ¿O más bien como la Canciller, abriéndonos a “nuevos” horizontes y tocando otras puertas?.

El ascenso de Trump al poder no debe ser visto como una amenaza para las relaciones comerciales con Latinoamérica. Por el contrario, es necesario que no solo Colombia sino todos los demás países del continente  lo dimensionen como una oportunidad. ¿De qué? Precisamente de fortalecer sus lazos como bloque regional, de empezar una campaña para la verdadera integración latinoamericana.

Es claro que esta propuesta de cambio de paradigma parecería estar destinada al fracaso debido a la experiencia histórica que se ha tenido con relación a los intentos de integración económica de nuestro continente. Esto debido a que la CAN, el MercoSur, el Mercado Común Centroamericano o la Caricom no son referentes de éxito en esta materia. Sin embargo, justamente allí es donde está la verdadera fuerza de invitación. El cambio de modelo debe ser total.

Esto quiere decir que América Latina y el Caribe no solo deben dejar de lado el protagonismo que han dado a las relaciones comerciales y al poder de los Estados Unidos, sino que además deben buscar encontrar unos puntos comunes que los una verdaderamente como latinoamericanos. Hay que olvidarse de los viejos esquemas que imperaban en el continente y empezar a relacionarse en términos de iguales.

Estamos hablando de la consolidación de un verdadero y completo grupo económico que en lugar de tender a la baja en el mercado internacional, tal y como ha ocurrido con América Latina en los últimos dos años –donde la baja ha sido la peor en ocho décadas- sino por el contrario que busque el crecimiento común. Según la CEPAL esto se debe en parte a que el país latinoamericano promedio exporta 1/3 de sus bienes y servicios a Estados Unidos mientras que las dos fracciones restantes las reparte en el mundo y por tanto, trunca sus fronteras comerciales.

En cambio, si pensamos en la inversión del patrón y en la búsqueda de una comprensiva integración regional, estamos hablando de beneficios tales como: el crecimiento de las economías nacionales mediante el desarrollo y posicionamiento de las PYMES, la consolidación de relaciones comerciales estables y no erosionables –en contraposición de los acuerdos de libre comercio- y finalmente, el posicionamiento como bloque dentro de un mercado global.

¿Acaso no podemos potencializarnos como región?  Aun cuando somos totalmente diversos en términos sociales, culturales y económicos, es de esas diferencias que podemos lograr la oportunidad de brillar de nuevo. Como una región unida, rica y poderosa.