26 de agosto de 2016

Colombia y los migrantes: Dime de donde eres y te diré cuantos derechos tienes

Algunas consideraciones en torno a los derechos de las personas migrantes en Colombia

Por: Alexandra Castro

El Panorama de los miles de extranjeros varados en el Urabá ha sido narrado por la prensa como un hecho exótico, un evento sin precedentes. Los medios y las mismas autoridades hablan de “ extranjeros ilegales” que han generado una crisis sanitaria en Turbo y lanzan un llamado a controlar lo que es considerado como una situación insostenible, una afrenta contra la seguridad e incluso recientemente se ha instado a Colombia a cerrar la frontera con Ecuador para evitar el paso de estas personas.

Los abanderados de esta causa cierran los ojos a las historias de vida de quienes han arriesgado todo para llegar a territorio colombiano, a las madres y niños que se encuentran viviendo en precarias condiciones en lugares insalubres, para ellos solo se tratan de un conjunto de “ilegales” que no deberían encontrarse en el territorio. Poco importan que se trate de personas vulnerables cuyo estatus administrativo irregular no significa que dejen de ser titulares de derechos; tampoco que al deportarse a estas personas en masa, sin estudiarse de manera individualizada su situación se estén desconociendo las obligaciones internacionales del Estado en materia de derechos humanos (especialmente las relacionados con el  respeto al principio de no devolución y el derecho a solicitar asilo pero también la protección de su dignidad, su derecho a la libertad y el respeto a las garantías mínimas que integran el debido proceso, por citar sólo algunos) ; ni siquiera interesa que dentro del grupo se encuentren niños para quienes se debería hacer una evaluación especial de su situación y propender por el respeto de su interés superior. Lo que nos interesa es que no se queden y que no logren continuar su viaje hacia Estados Unidos.

El desconocer los derechos de los migrantes no es una práctica nueva, ni en Colombia ni en el mundo. Ha sido utilizado como una herramienta para desincentivar la llegada de los migrantes argumentando el ejercicio de la soberanía y la protección de la seguridad de los países de transito y destino. Esta estrategia sin embargo, sólo conduce a una precarización de las condiciones de viaje de los migrantes quienes encuentran rutas cada vez más peligrosas y se exponen a riesgos mayores con tal de continuar con su ruta migratoria. Prueba de ello es el gran numero de migrantes que se están aventurando a atravesar el Darién con tal de llegar a su destino.

Pero quizás lo más paradójico de que esta situación se este presentando en Colombia es que da cuenta de nuestra corta memoria y de nuestra miopía. Ya olvidamos que hace menos de un año, cuando Venezuela deportaba de manera masiva y arbitraria a nuestros nacionales, alegando que eran peligrosos y se encontraban de manera irregular en el vecino país, levantamos las manos para alegar violaciones de derechos humanos, incluso solicitamos a la Comisión Interamericana una visita a la frontera para que constatar la gravedad de la situación. Se narraron las historias de las familias y se hizo hincapié en el carácter ilegal de las expulsiones masivas. Ahí sí, debían respetarse los derechos de los migrantes porque eran colombianos.

Y nuestra mirada es miope porque no tenemos en cuenta que Colombia es principalmente un país expulsor de migrantes, que tenemos millones de nacionales en el exterior incluyendo 550.000 refugiados, para quienes solicitamos ayuda y respeto. Es más el gobernador de Urabá, que solicita el cierre de la frontera con Ecuador para evitar el ingreso de cubanos y de otros extranjeros, olvida que el camino a Ecuador ha tenido que se emprendido por miles de colombianos quienes han tenido que huir del conflicto ya que el vecino país es el principal receptor de refugiados provenientes de nuestro país y que muchos de esos colombianos que buscan salir del país provienen de Antioquia por ser este departamento uno de las principales zonas de origen de los emigrantes.

Así pues, le damos la espalda a los migrantes irregulares a quienes llamamos “ ilegales” como si una persona pudiera ser ilegal; desconocemos sus derechos y cerramos los ojos a la urgencia de su viaje, amparados en una política migratoria precaria que concede amplias potestades discrecionales a las autoridades administrativas y desconoce principios básicos constitucionales; mientras que, y al mismo tiempo le decimos adiós a nuestros nacionales que se salen del país, esperando que los reciban con los brazos abiertos en el exterior y sobre todo, que envíen remesas para nutrir nuestras economía.