27 de marzo de 2015

LOS RETOS DEL NUEVO SECRETARIO GENERAL DE LA OEA

Por:   Paola Andrea Acosta A.

El pasado 18 de marzo los miembros de la Organización de Estados Americanos (OEA) eligieron al uruguayo Luis Almagro como su nuevo Secretario General. Almagro, canciller durante el gobierno de Pepe Mujica, experto funcionario público y diplomático, toma las riendas poco apetecidas de una OEA languidecida, entre otras, por su fragmentación y profunda crisis económica.

 Tras diez años en manos del chileno Jose Manuel Insulza, la OEA atraviesa uno de sus puntos más bajos de popularidad y protagonismo, prueba de ello es que ningún Estado quiso dar la pelea por asumir sus riendas de ahí que la elección fuese más bien un nombramiento del único candidato interesado.

 Luis Almagro tiene un gran reto ante sí. Desde el próximo 28 de mayo y por 5 años deberá intentar revivir a la única organización de verdadero alcance regional del hemisferio. En sus manos tiene importantes tareas, la primera de ellas es intentar superar los enfrentamientos en el seno de la organización, buscar un consenso que le permita maniobrar en pro de los objetivos comunes. Atrás deben quedar las rencillas internas que minan cualquier posibilidad de acción conjunta, que debilitan la institución.

 En segundo lugar, ante el creciente protagonismo de otras Organizaciones regionales (Unasur, Caricom, Mercosur o Celac) la OEA debe hacer su mejor esfuerzo por articular sus relaciones con estos nuevos actores. Si bien la consolidación de estas organizaciones ha sido leída en clave de amenaza para la OEA, su trabajo podría llegar a ser una oportunidad para potenciar los efectos de la labor del más antiguo de los conglomerados regionales, una oportunidad que ha de ser aprovechada por Almagro.

 El Tercero, y quizás uno de los retos más urgentes, es convencer a los Estados de comprometerse realmente con la manutención de la Organización. La OEA no logra llegar a final del mes, sus arcas están en rojo y su personal se ve menguado año tras año. Por lo que recabar fondos suficientes, especialmente los correspondientes a las cuotas debidas por los Estados Parte, es una de las grandes tareas pendientes. De la mano con este desafío, el nombrado Secretario General deberá hacer un esfuerzo por priorizar las tareas de la Organización, por deshacerse de las arandelas que se le han venido colgando y, por lo tanto, por desburocratizar su funcionamiento.

En todo caso, el reto más importante es convertir a la OEA en un verdadero escenario para la resolución de los problemas de los Estados de la región y, sobre todo, de sus ciudadanos. Ante la flaca actuación de la Organización en crisis recientes (Honduras-Venezuela) la fe en ella es poca, ¡poquísima! Por ello, el desafío del futuro Secretario General es devolverle la credibilidad a la institución, lograr una relectura de la soberanía en pro de la democracia y los derechos humanos, buscar un compromiso hemisférico con la salvaguarda del Estado Social de Derecho y el respecto del derecho internacional. De mimo a actriz protagónica, este es el desafío.

 El panorama no pinta bien, pero no hay que ser del todo pesimistas. No podemos olvidar que, al final de cuentas, pese a sus debilidades y en medio de las tormentas la OEA ha conseguido grandes logros, el más importante de ellos, la consolidación del sistema Interamericano de Protección de los Derechos Humanos, que en medio de su propia crisis financiera y de ataques constantes, se ha erigido como el bastión de protección de los individuos en las Américas. Tampoco podemos olvidar los pasos –tímidos, muy tímidos- en la cuestión sobre Cuba, ni sus esfuerzos, lánguidos pero valientes, por la reformulación de la política de drogas en la región o la aprobación de la Carta Democrática Interamericana cuyo texto aún debe adquirir vida de la mano del Secretario General, especialmente ante la difícil situación en Venezuela.

La OEA sobrevive en un nuevo escenario jurídico y político regional, los retos a los que se enfrentan no son los mismos de antaño, sus cometidos tampoco. Ante esta situación, el propio Almagro, tiene claro el objetivo: renovación. Así lo dejó claro en su discurso tras su nominación, esa es la palabra clave. Se trata de una oportunidad única para que la OEA resurja de entre las cenizas como lo que es, el único foro que abarca a todos los Estados del hemisferio, en donde los latinoamericanos, los caribeños y los países del norte pueden interactuar y actuar de forma mancomunada y no unos al servicio de los intereses de otros o unos en contra de los otros. Llego la hora de que la OEA deje de ser el patio de juego de los emisarios de los gobiernos y se convierta en la sala de juntas de los mandatarios de la región, una sala de juntas en la que se actué decididamente de forma colectiva en pro de la democracia y los derechos humanos. Confiemos en que Almagro, sabrá hacer gala de su experiencia y buena fama y llevará a la OEA a buen puerto.